¿Cómo lo he vivido?

Qué pregunta tan fuerte, tan sencilla… y tan compleja a la vez. La respuesta más honesta que puedo darte es esta: viviendo el día a día, con todo lo que eso implica. Afrontando la vida sin filtros, tratando —a veces con éxito, a veces con lágrimas— de amarme poco a poco. Soñando con ese momento en el que pueda mirar atrás sin dolor, sin culpa, sin juicios, y decir: ya está, me amo al 100%. Pero no es fácil. Cada día es distinto. Hay días buenos, sí… pero también hay muchos días grises. Días en los que no me gusto frente al espejo, en los que ni siquiera tengo ganas de arreglarme. Tal vez te preguntarás: “¿Por qué ese estado de ánimo constante?” Y aunque me gustaría darte una explicación sencilla, no la tengo. La verdad es que nunca he aceptado del todo mi cuerpo. Vivo con algo que la psicología llama dismorfia corporal, y no es una simple inseguridad. Es una batalla diaria. Como ya conté en un artículo anterior, crecí escuchando críticas por mi aspecto. Burlas, comparaciones, comentarios que duelen más cuando vienen de quienes más deberían cuidarte: tías, primos, abuelos, incluso mi padre. Y es agotador, desgastante, tener que demostrar —una y otra vez— que me esfuerzo al 200% por mejorar. Por sentirme mejor. Por estar mejor. ¿Te imaginas lo que es levantarte todos los días con la meta de comer lo suficiente para subir de peso… solo para que en la siguiente consulta médica te digan: "Subiste medio kilo… pero debías subir dos"? Y a eso súmale las miradas, los comentarios hirientes: “sigues igual de flaca”, “pareces enferma”. ¿Por qué no cambiamos ese chip? ¿Por qué no decir: “Te veo mejor”, “¡Qué bien te ves hoy!”, “Estás avanzando y se nota”? Esas palabras pueden cambiar un día. Una vida. Quiero proponer algo diferente. Una nueva moda. Una donde cuidemos el alma del otro. Donde elevemos la autoestima del prójimo. Donde usemos las palabras para sanar, no para herir. Y quiero empezar contigo, mi querida lectora. Sí, contigo. Que estás aquí leyendo estas líneas. Eres una gran mujer. Día con día estás creciendo. Tu valor no tiene límites ni medidas. No dudes de ti. No minimices tus logros. Siempre vas a poder con todo lo que la vida te ponga en el camino. Y si un día sientes que ya no puedes… Aquí tienes una mano amiga. Aquí estoy. Aquí estamos.

Pici Valez

5/31/20251 min read

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